FanFIC no.160. 'La piel tiene memoria. Rob'.

NOTA: EL FIC ROBSTEN DE IRINA SE PUBLICA LOS LUNES Y JUEVES

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                                                                                                    FanFICno.160

"LA PIEL TIENE MEMORIA.

ROB."

Comencé a desnudarla despacio, sacando cada prenda con cuidado, mientras ella se dejaba acariciar sin apenas moverse, de pie frente a mí, junto a la cama. Tan solo su respiración entrecortada rompía la quietud contenida de Kristen.

Yo rozaba su piel en cada movimiento, gozando de cada aliento suyo, de cada mirada y cada suspiro. Quería disfrutarla al máximo, sin prisas a pesar de que mi miembro, duro y palpitante bajo los pantalones, me pedía todo lo contrario.

Primero la sudadera, luego la camiseta, que dejó a la vista su redondos y níveos pechos desnudos. Inspiré con fuerza tan solo con verlos. Los adoraba y mis manos se posaron abiertas sobre ellos para abarcarlos presionándolos y acariciándolos lentamente, comenzando a recordar momentos ya vividos, caricias que ya había dado.

Kristen suspiraba intensamente mirándome ansiosa, aguardando. Tampoco ella parecía querer precipitar el placer que estábamos a punto de disfrutar.

Sentí que ella temblaba de impaciencia callada y el dulce dolor en el pecho y en mi miembro aumento de intensidad hasta volverse algo intolerable. Pero sabía que, tanto si paraba como si daba rienda suelta a mi deseo de ella, inmediatamente necesitaría volver a sentirlo, ese era mi destino. Ella, solo ella, siempre ella. Dos almas gemelas condenadas… al cielo.

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Tomé aire con fuerza, llenando mis pulmones para intentar aplacar mi apremiante deseo y aquella intensa inspiración hizo que ella rompiese su quietud. Kristen comenzó a tirar de mis ropas con sus pequeñas manos mientras yo se las besaba con avidez.

Besé sus manos y luego cada centímetro de su pequeño y suave cuerpo, recorriéndolo, descendiendo por él hasta enterrar mi boca entre sus muslos, inspirando su aroma dulzón e intoxicante por encima de la tela.

Al sentir el calor de mi aliento Kristen suspiró con fuerza y tiró de mi pelo suavemente para que me levantase y así poder besarme con toda su boca abierta húmeda y caliente. Tiré de su labio superior aprisionándolo entre los míos y gimió quedamente haciéndome gruñir de deseo. Era así como la recordaba, entregada, ansiosa y excitada.

- Sí preciosa, es así como te gusta ¿verdad? – susurré sonriendo de puro placer.

La conocía tan bien… Kristen respondió asintiendo y emitió otro gruñido suave y tan jodidamente sensual que hizo que mi miembro saltara de impaciencia bajo la ropa.

Me separe un momento de su cuerpo para quitarme la camisa sin soltar los botones, tirando de ella mientras las manos nerviosas de Kristen desabrochaban mis pantalones. Los bajó mientras yo soltaba los suyos y dejé que se los quitara mientras me deshacía de mis calzoncillos liberando por fin mi dura erección.

Ya desnudo disfruté viendo cómo se quitaba su ropa interior con deliberada lentitud. Llevaba una de esas tangas que requerían esos vestidos de noche con transparencias, esas de color carne, finas, sin costuras como una segunda piel.

La contemplé admirado, desnuda, sonrojada y anhelante frente a mí. Acaricié su cintura para atraerla, aferré sus caderas con mis manos y me acerqué presionando mi erección contra su vientre. Un ansioso jadeo escapo de nuestras bocas.

 

-          No, aun no… – susurró sin voz.

-          ¡Oh, me vuelves loco, nena! ¿lo sabes? – le dije al oído.

-          Sí, claro que lo sé – jadeó en mi boca -. Y tú a mí.

Ambos respiramos cada uno el aliento del otro, ansiosos por enredar nuestras lenguas, que se unieron en un hambriento beso interminable, mientras nos acariciábamos con nuestros propios cuerpos.  

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Todo mi ser clamaba por tenerla, por adentrarme en Kristen como siempre había hecho, con pasión, sin dejarme nada, perdiéndome en su cuerpo, en su innata sensualidad.

La tome entre mis brazos elevándola y ella enredó sus piernas alrededor de mi cintura sonriéndome y aferrándose a mí mientras yo chupaba sus tiernos y duros pezones, acariciándolos con mi lengua, mordisqueándolos, tirando de ellos con suavidad, provocando intensos gemidos en Kristen.

Lentamente la tumbé sobre la cama y ella abrió sus piernas tentadora, incitándome sin recato y yo, colocándome de rodillas entre sus muslos, acaricie su sonrosado y delicado sexo que brillaba húmedo y tierno frente a mis ojos.  

Mis dedos resbalaron repartiendo la abundante humedad por todos sus pliegues, preparándola, mientras disfrutaba admirando sus intensas ganas.

Me mordí el labio abrumado de placer, sonriendo. ´´Ahora mismo soy el hombre con más suerte de este maldito planeta´´, pensé exultante.

Kristen gimió con fuerza y eso aumentó más aún mi deseo, si es que eso era posible. Después toqué mi erección frente a ella con su boca abierta y sus ojos fijos en mis movimientos. Sonrió lujuriosa, con picardía, admirando mi duro falo. Yo lubriqué mi miembro acariciándolo despacio ante su mirada hambrienta y después toque su boca con las yemas de mis dedos mojados, introduciendo mi pulgar en su boca. Kristen lo chupo con avidez y mi tirante polla vibro ante aquella metáfora tan sugerente.

Acaricie su cuerpo sintiendo el pulso caliente y palpitante de Kristen, contemplando como se dejaba llevar, rendida, con los ojos brillantes, la boca abierta, aguardándome.

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La piel temblando, la carne dura y vibrante, su olor, su lengua, mis manos, su húmeda ternura… lo recordaba todo ya.

La incorporé apretando su pequeño cuerpo, abrazándola con fuerza, aspirando su aroma, el de sus pechos, su cuello y la senté sobre mis piernas. Ella envolvió mis caderas con sus tersos muslos y se arqueó mientras la sujetaba por la espalda, impaciente y entregada.

Finalmente la penetré lentamente mientras la tomaba por la nuca para besarla con pasión, profundamente, ¿o fue ella quien se deslizó sobre mí? Solo sé que en ese instante glorioso en que mi cuerpo se introdujo en el suyo encajando a la perfección todo mi ser reconoció aquel loco sentimiento de antaño, esa forma de tocar el cielo, de sentir la felicidad con mayúsculas que significaba estar perdido en ella, en su vientre, haciéndola el amor.

Fue la misma sensación que se tiene al regresar al hogar tras un tiempo lejos, con el alma dolorida y cansada para ser aliviado y curado de las heridas de la vida. Al entrar en ella me sentí consolado y abrigado por su cuerpo cálido y generoso. Estaba en casa, ella era mi hogar, mi refugio, mi descanso, mi lugar en el mundo.

-         -  Eres tan hermosa… amor… - susurré perdido en ella.

Comencé a mecerla con mi cuerpo, moviéndome sin prisa, entrando y saliendo a un ritmo suave y constante. Ella se deja hacer por el puro placer de sentirme, sin temor, sin restricciones.

-         -  Tan dulce, tan cálida… ¡Eso es, preciosa!… - jadeé ronco.

Salí de ella y Kristen emitió un largo y agónico gemido de pérdida en mi boca que yo aplaqué penetrándola de nuevo, está vez más intensamente.

-         -  ¡Ah… sí, así! ¡No pares Rob, no… pares! – suplicó con ansia.

Fue escucharla y ya no hubo freno para ninguno de los dos. Comenzamos un desenfrenado baile con nuestros cuerpos siendo uno solo.

Sus caderas se ondulaban acoplándose a las mías que la seguían como un desesperado, una y otra vez, agónicamente, mientras procuraba posponer mi orgasmo todo lo posible.

Su vientre ya temblaba por dentro y girándola en la cama  la coloqué sobre mi cuerpo sin salir de ella.

-        -  Quiero… verte, amor – gemí estremeciéndome, intentando aguantar un poco más.

Ella se sentó sobre mí, deslizando mi hinchado miembro entre sus blandos pliegues hasta recibirme casi sin que yo presionara su entrada.

-        - ¡Uhmmm… qué bien…! – gimió chupándose la boca mientras yo me hundía en ella y la contemplaba loco de placer.

Acaricié sus muslos deslizando mis manos hasta sus glúteos y comencé a penetrarla aún más intensamente, levantándola mientras ella gritaba de gusto con los ojos cerrados, sonriendo de felicidad y dejándose caer para sentirme más profundo. Kristen gemía y jadeaba de un modo delicioso y yo la seguía gruñendo desenfrenado.

De pronto se inclinó sobre mí para besarme con una salvaje avidez, haciendo que sus pezones rozasen mi pecho cada vez que la embestía. Hundí mis manos en sus fabulosas nalgas para intensificar al máximo mis penetraciones, resoplando como un desquiciado mientras chupaba sus blancos pechos. Ella, mientras, sacudía sus caderas sin freno, disfrutando al máximo de aquel lujurioso delirio.

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Sus pechos redondos y firmes saltaban, su cuerpo se balanceaba hermoso y erótico siguiendo al mío y yo me impulsaba sin cesar, enloquecido, contra su dulce y húmedo sexo.

Mis gemidos estaban cargados de una necesidad casi insoportable. Su orgasmo ya vibraba en su vientre y yo, temblando de gusto, ya no podía retenerlo más. Los dos nos miramos gimiendo y jadeando al borde del éxtasis.

-          ¡Oh, nena… mi amor. Sí…! – bramé notando las primeras sacudidas de mi miembro, a punto de eyacular.

-          Te… quiero… – balbuceó con la voz entrecortada, estremeciéndose de gusto.

Y entonces se aferró a mis manos y empujé una vez más, tensándome hasta que su interior comenzó a palpitar con fuerza en espasmos intensos y urgentes, contrayéndose alrededor de mi falo que vibró rápido y potente y me derramó en sus entrañas mientras estallábamos en un potentísimo éxtasis que hizo que el sonido de nuestros orgasmos lo llenara todo en la habitación.

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El orgasmo fue devastador y nos dejó vencidos y satisfechos como nunca. Creo que el de esa noche en el que nuestros cuerpos se reencontraron, fue el mejor sexo de toda mi maldita vida. Porque en realidad nuestras mentes y nuestros corazones nunca se habían separado.

Kristen cayó sobre mi pecho instantes antes de que sus entrañas dejaran de vibrar y yo la abracé sin salir de ella, sofocado y exhausto, disfrutando sus últimos temblores, notando como su cuerpo se iba relajando dejándola débil y extenuada sobre mi pecho, mientras depositaba pequeños y suaves besos sobre su pelo y su frente acariciando su piel aun estremecida.

Separamos nuestros sexos sin dejar de abrazarnos y rodamos por la cama que había quedado completamente desecha con las sábanas y el edredón por el suelo. 

Kristen se pegó a mi cuerpo y me besó con lentitud y avidez y yo gruñí de gusto. Su sabor, su cálida lengua y su aliento dulce fueron suficientes para excitarme rápidamente. Mi miembro despertó de nuevo y respirando afanoso y jadeante pero con energías renovadas, cubrí su cuerpo con el mío,  provocando su risa acompañada de un dulce suspiro de placer.

-          ¡Uhmmm, qué rápido te recuperas, qué gusto… ¡ - ronroneó haciéndome vibrar de deseo.

-          Quiero hacértelo otra vez, quiero más – sonreí mordisqueando el lóbulo de su oreja. Ella tembló.

-          Y yo quiero que me lo hagas. Ahora, ahora mismo – rió con picardía.

Y volvimos a empezar. Sus suaves formas, tan sensual, tan húmeda y yo el hombre más feliz de la tierra tan solo por lograr provocarle esos gemidos gloriosos, solo con proporcionarle placer y más placer en aquella noche de reencuentro de nuestros cuerpos y nuestras almas. Ella quería amor, placer y me lo demandó sin descanso a lo largo de toda aquella noche maravillosa de sexo y pasión. 

Todo quedaba atrás ya. Estábamos de nuevo juntos, acabábamos de recuperarnos y tan solo éramos dos amantes, locos de ganas el uno por el otro, como si no hubiesen pasado aquellos cinco años.

Tras el orgasmo parábamos, apenas dormitando y casi sin darnos cuentas volvíamos a empezar. Yo buscaba a Kristen con mi cuerpo, reclamándola y ella a mí, una y otra vez, sintiendo como me recibía cada vez más entregada, llevándome al orgasmo, unas veces rápido, otras más lentamente. 

Recuerdo que alternaba mis empujes con intensos y húmedos besos que la dejaban sin aliento y caricias en su clítoris, sumamente sensible, hinchado al máximo, unas veces con mis dedos otras con mi lengua, saboreándola con ganas. Kristen no se quedó atrás y lamió y chupo cada centímetro de mi cuerpo afanándose y deleitándose con mi miembro, haciéndome sentir el mismísimo paraíso dentro de su boca.

No sé cuántas veces nos dijimos te quiero aquella noche. Pero ninguno de los dos quiso pensar en el día siguiente, en lo que ocurriría tras aquella noche lujuriosa. Solo nos dedicamos a amarnos sin medida, entregándonos el uno a al otro haciendo cada segundo irrepetible e inolvidable.

En algún momento de esa gloriosa noche me quedé absorto en ella, en su cuerpo tumbado frente al mío, conteniendo el aliento para no hacer apenas ruido, admirando sus caderas, su cintura, la curva de su vientre, los hoyuelos sobre sus preciosas nalgas. No pude aguantarme y acaricié cada centímetro de esa piel suavísima que temblaba al mínimo contacto, haciéndola ronronear de gusto como una gatita, hasta que se durmió entre mis brazos.

´´Soy un tipo con suerte. Con la mejor suerte de este jodido mundo´´, pensé satisfecho  acunándola en mis brazos.

Como me dijo ella, la piel tiene memoria. Claro que sí, claro que la tiene.